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Yo no sé si me quiero casar

—¿Y tú? ¿A qué edad te quieres casar?

La pregunta es siniestra, fundamentalmente incorrecta, ¿por qué? Porque da por hecho, rotundamente, que quieres y que te vas casar. De eso se trataban los juegos cuando yo era chiquita:

—Escoge un número.

—Siete

—Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete. Ahora un color.

—Rojo

—Ro-jo, el nombre de tu esposo empieza con S, se van a casar a los 26 años y van a tener 8 hijos…

¿Qué? ¿Esposo? ¿Veintiséis años? ¿Hijos? ¿Y cómo me va a dar tiempo de recorrer el mundo con ocho hijos y un marido a mis cuestas? A  partir de los 12 o 13 yo empecé a decir que no quería hijos. ¿Por qué? Por simple rebeldía, porque me parecía inconcebible que el mundo me forzara a parir chamacos. No entendía por qué estaba obligada a contribuir a la sobre-población y peor aún, detestaba el hecho de que la gente diera por sentado que yo IBA a tener hijos. Empecé con mis amigos, luego con mis papás y ya después con toda mi familia. Y cada vez que decía que no quería hijos todos me veían como si fuera un extraterrestre morado. Lo mejor es que en ese entonces yo ni siquiera sabía que era lesbiana.

Cuando descubrí mi lesbianismo, todo eso tuvo más sentido. No sólo había encontrado un nuevo estilo de vida, sino que ese estilo de vida no requería que me adecuara a normas y tradiciones sociales retrógradas e inútiles. Desde ese entonces, a mis amigos cercanos les digo que ni siquiera sé si me case. (La mayoría de los bugas se infartan con semejante afirmación).

Dejen me explico, ¿para qué querría cumplir con una tradición medieval si no soy parte de la cultura dominante para la que fue impuesta dicha tradición? No me imagino a mi misma vestida de blanco (que aparte significa virginidad, cosa que, claramente, ya no tengo) con otra mujer también vestida de blanco, frente a un remedo de altar (porque es poco probable que un sacerdote nos quiera casar) jurándole a un dios en el que no sé si creo, que me quedaré con la susodicha para siempre. Para siempre es mucho tiempo. Lo que si me imagino es firmando unos papeles que me aseguren que si la mujer en cuestión se muere, la casa que compramos juntas pasará a mi poder…

No es falta de romanticismo, es que creo que nosotras, por ser lesbianas, podemos inventar nuestros propios rituales, nuestras propias formas de jurarnos un amor eterno. No sé, el día en que yo me «case» me tatuaré alguna ridiculez y le juraré a mi novia amor eterno. Pondré mi testamento a su nombre y le daré acceso a mis cuentas de banco, me mudaré a una casa de una sola recámara con ella (eso no es seguro) y la presentaré a mi familia y al mundo como la mujer de mi vida. Todo esto sin ceremonias ni flores, tal vez con collares en vez de anillos y sexo en vez de misa.

Yo no sé si me quiero casar y mucho menos sé si quiero tener hijos, sólo sé que quiero tener la opción, que necesito saber que si un día me caso va a ser porque siento un amor loco y no por miedo a la soledad.

(Eso sí, creo que legalmente, es muy importante permitir el matrimonio homosexual, por todos los beneficios que éste ofrece.)

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