Como ser lesbiana y no morir en el intento
por valeriofeliz (Ganadora del concurso)
Hace unos ocho años sentí por primera vez el impulso de agarrar a besos a una mujer (o al menos eso recuerdo). Obviamente en aquellos tiempos -por muy ruca que suene- no había lenchas desclosetadas de secundaria y mucho menos en una escuela católica (¡Dios nos libre!). Tener que callarlo fue de las cosas más estresantes del mundo: esconder todos los impulsos y joterías, controlar todas las hormonas y pretender que con “un novio” iba a dejar de tener esas chaquetas lésbicas mentales… ¡Qué inocente! Al besar a la primera chica, todas esas chispas, calenturas y mariposas, por fin tenían una razón de ser. Las dudas existenciales de que si lo que hacía estaba bien o mal, pasaron a segundo término.
¡¿Qué chingados es una lesbiana?!, ¿qué hago?, ¿me tengo que vestir diferente?, ¿hay un club donde te enseñen el código lencho?, ¿cómo le hago para cogerme a aquella?… espera… ¡¿cómo cogemos las lesbianas?! – esas y otras mil quinientas preguntas se cruzaban en mi cabeza cada vez que me sorprendía a mí misma sabroseándome a alguna maestra, cantante, compañera, artista o cualquier víctima de mi adolescente libido. Fue pasando el tiempo y me di cuenta de que esas preguntas no tienen respuestas únicas y que eso que llamamos gaydar (Sí, ese con el que ves a una morra y aunque traiga al “novio” de la mano, tu dices: «¡A ella le truena la reversa!») es una parte crucial de la divertidísima adaptación a un mundo diferente.
Las personitas con las que vas juntándote, si están igual de novatas que tú en el tema, te ayudan a descubrir en conjunto la dimensión gay desconocida. En cambio, si ya tienen tiempo en el negocio tortillero, son ellas las que te a dan pequeños consejos (tipo comer danonino sin cuchara) y te guían sabia o tropezadamente por el nuevo estilo de vida al que, sin querer queriendo, acabas de llegar.
Obviamente, como la mayoría de las cosas, aprendes en el camino, y te das cuenta de que la vida real no es como te la platican en The L Word, ni tampoco puedes esperar que exista un manual detallado de “Lenchas for dummies”, ser y asumirse como lesbiana es algo que vas descubriendo en cada beso, en cada crush, en cada novia, en cada ex-novia, en cada ataque de celos, en cada propuesta de matrimonio, en cada discusión intensa o en cada tarde de sexo apasionado.
Si, es cierto que a veces creemos morir en el intento, o entramos en crisis por darnos cuenta de que caemos en ciertos estereotipos que la gente juzga. Y también es cierto que no podemos evitar las preguntas incómodas con la familia, pero a pesar de todo ello, tendemos a sobrevivir; y cada una, a nuestra manera, vamos escribiendo nuestro propio manual: rompiendo nuestras reglas y creando nuevas.
Después de ocho años de haber reconocido y haberle puesto nombre a ese impulso de besuquear a una mujer, llegó a mi vida hace algo así como tres años, una chica, que no sólo me da esos impulsos besucones, sino me hace reafirmar que sí, soy lesbiana, (muy lesbiana) y que por ella valdría la pena morir intentando cualquier cosa.